¿Es óptimo elevar el ISC?

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A raíz del alza en el Impuesto Selectivo al Consumidor a determinados industrias, la política tributaria del Gobierno Central ha vuelto a ponerse sobre el tapete. Esto debido a que, lejos de lograr un consentimiento generalizado, se ha desatado un debate. Por un lado, algunos especialistas consideran que es una medida precipitada para subir la recaudación tributaria sin tener en cuenta todos los factores. Por otro lado, el Gobierno explica que hay una mayor relevancia en esto. En tanto que, aparte de elevar la recaudación tributaria, hay un componente que pone atención en el bienestar y salud pública de la población. Esto debido a que el ISC, por sus siglas, es un impuesto que se cobra usualmente a productos que generan efectos negativos.

En primer lugar, lo señalado por el Gobierno es correcto. Estos productos generan externalidades negativas. Es decir, producen costos a la sociedad en términos económicos, sociales o ambientales. Las bebidas azucaradas y alcohólicas, los cigarrillos, combustibles y automóviles ejercen efectos nocivos no solo en los que consumen o usan. Algunos de ellos, incluso, acarrean efectos negativos en otras personas de manera indirecta, por ende, costos. Por ejemplo, se calcula que el costo social relacionado al consumo de cigarrillos, alcohol y bebidas azucaradas es de más de USD 24 mil millones al año.

En segundo lugar, no debemos olvidar que un impuesto por naturaleza distorsiona la economía por sí mismo. La tarea, entonces, pasa por el lado de que aquel genere las menos distorsiones posibles y recaude lo máximo posible: un impuesto óptimo. Así, las características que debe presentar aquel son las siguientes por lo general. Que sea fácil de cobrar, relativamente sencillo en cuanto a su forma de recaudación y cuya reacción sea rápida para incrementar aquella. Todas estas características calzan definitivamente con el ISC. No obstante, es un impuesto indirecto que, justamente, se grava a bienes que no son de primera necesidad. Probablemente, el efecto sobre las arcas fiscales se vea en el corto plazo; sin embargo, en el largo plazo, los consumidores ajustarán sus gastos respecto a estos productos.

Para culminar, los impuestos indirectos tienen una naturaleza regresiva. Es decir, una vez efectuado el alza, la capacidad adquisitiva de un pobre respecto de un rico se ve más afectada. Un impuesto directo, o progresivo, grava acorde a los ingresos y remuneraciones. Es el caso del Impuesto a la Renta. Si el objetivo es contrarrestar el déficit público, parece más valedero usar esta última opción. Hay múltiples opiniones, claro está. No obstante, si se quiere preservar el fin equitativo de los impuestos y agregar en lo menos posible distorsiones a la economía, la respuesta parece clara.

Entonces, vale hacernos dos preguntas: ¿el gobierno elevó el ISC considerando de manera adecuada todos los factores y consecuencias posibles? ¿O fue una medida rápida a fin de contrarrestar el déficit fiscal valiéndose de cualquier instrumento disponible a su alcance? El impacto positivo total que se podría creer, al final no termina resultado tan claro de alguna manera. Habrá que corroborar, pues, en un futuro para ver si surtió efecto esta medida o fue menos beneficiosa de lo que se pensó.