El bono demográfico peruano

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El Perú, así como muchos países de América Latina, se caracteriza por poseer una población relativamente joven. La situación mencionada ofrece, en el aspecto económico, un abanico de oportunidades. Entre estas, se encuentra el denominado bono demográfico. Esto se da cuando la población económicamente dependiente infantes y ancianos es menor en términos relativos o absolutos que la población productiva, es decir personas entre 20 a 65 años. Sin embargo, este fenómeno, como veremos a continuación, también puede implicar un problema latente a largo plazo si no se es bien aprovechado.

En primer lugar, el bono demográfico se da producto de cambios demográficos ligados a la tasa de natalidad, tasa de mortalidad y la esperanza de vida. Históricamente, las dos primeras tuvieron niveles elevados, aunque, desde 1960, empezaron a reducirse. Asimismo, la esperanza de vida se elevó. Todo ello ha cambiado las estructuras demográficas de los países. Así, en la región, se distinguen cuatro etapas de transición demográfica: moderada, plena, avanzada y muy avanzada. En el caso del Perú, nos encontramos en una transición demográfica plena, aunque ad-portas de entrar a una de tipo avanzada (Saad et al. 2012). Así, se prevé que para el 2038 el bono demográfico se termine (Gestión 2016).

En segundo lugar, este bono demográfico tiene efectos importantes sobre la economía. Por ejemplo, las tasas de dependencia son menores. La tasa de dependencia es un ratio entre consumidores y productores. Que sean menores implica que hay un porcentaje mayor de los segundos que de los primeros. Es decir hay mayor ingreso laboral en los hogares. La menor proporción de individuos consumidores en el hogar posibilita ello. En el agregado, el país se beneficia en tanto de los ingresos liberados que pueden ser destinados a ahorro o inversión.

Por último, la complicación que señalo al principio se debe a que, como toda transición demográfica, los jóvenes de ahora pasarán también a ser viejos alguna vez. Es decir, el engrosamiento del segmento etario de adultos mayores vendrá a ser cada vez más creciente. En este sentido, como es de esperar, se necesitarán fuentes de financiamiento que cubran sus gastos de seguridad social y de sanidad. Tal como señalan Saad et al. (2012), una vez que la proporción de población dependiente empiece a ser mayor en relación a la población productiva, hay un peligro latente de que dichas fuentes no sean lo suficientemente considerables como para sostener tal reversión. Esto último implicará que el Estado realice transferencias de recursos elevadas conllevando a un posible escenario de severos ajustes presupuestarios e insostenibilidad fiscal.

Recapitulando, el bono demográfico por sí solo no mejorará la economía. Corresponde al Estado encauzar adecuadamente esta oportunidad única a través de inversión en educación y empleos de calidad para las generaciones más jóvenes. En tanto que estos en un futuro soportarán mayores tasas de dependencia, urgen mejores políticas que contribuyan a crear un sostén seguro de la calidad de vida de aquellos.